Marcos acusó el ser nombrado el último. Es algo que un hijo único lleva bastante mal, no ser atendido inmediatamente. Para él comenzó a suponer una tortura el esperar veinticuatro nombres hasta oir el suyo cada mañana y cada mediodía. Su rechinar de dientes nocturno comenzó a preocuparnos y, aunque yo sospechaba la causa, su padre prefirió consultar a un terapeuta infantil. En aquella sala de espera decorada con cuadros de mares en calma y flores naïf no atendían según listas de apellidos, de modo que cuando Marcos entraba en consulta, casi siempre muy prontito, que para eso era medicina privada, estaba contento e incluso locuaz y el terapeuta de canas incipientes se hacía miles de interrogantes, y otros tantos le hacía a mi marido.
Por fin Marcos fue dado de alta, pero el rechinar de dientes continuaba, de modo que su padre optó por cambiar de especialidad médica y resolverlo físicamente: Marcos salió de la consulta del dentista con una férula de descarga maxilar nocturna, para que no se destrozara la dentina tan joven. No volvimos a oirle rechinar y su padre dio por concluido el problema. Yo sabía que rechinaba de otra manera, pero no le discutí.
Un día, ya Marcos adolescente, ruego a mis lectores continúen este relato por ellos mismos, porque a mí, que he puesto todas las ideas potenciales que tenía a macerar y secar al sol, se me han pochado y no soy capaz de sacarlas adelante. Así que ahí tenéis al pobre Marcos: dadle una oportunidad, vamos, creo que se la merece. Admito cualquier resolución lo suficientemente imaginativa. Acepto ilustraciones y fotos también . Soy un chollo, ¿que no?
Etiquetas: Relatos
Se enamoró de una niña que se llamaba Wafa Zuang, resultado obvio de la fusión favorecida por la inmigración, la globalización y el mestizaje.....
Ahora te toca a ti: