En un primer tiempo, los spam eran descarados y puros, directos y sinceros: tengo lo que buscas, se llama así y te lo vendo por tanto. Viagra, Cialis y demás potenciales medicamentos felices pasaron a formar parte de la lista de palabras indeseadas en el correo electrónico. El siguiente paso fue transformar las letras disimulando identidades, pero de manera que aún pudieran reconocerse las intenciones: los unos y las íes se volvieron signos de la misma calidad, proliferaron vocales vueltas a lo ruso y aún así, el interesado sabía perfectamente de qué le hablaban. Pero como todo conjunto de signos es limitado, los filtros aprendieron, extrajeron y volvieron a prohibir.
En una tercera evolución, las ofertas de Viagra se han trasformado en afiches electrónicos, imágenes explicitas en la que no caben listas de palabras-disparador para bloquear un correo no deseado. Me temo que los desarrolladores de filtros, en feroz carrera, han vuelto a reaccionar supongo que a golpe de OCR y ahora las imágenes tienen que ser más sutiles, más indefinidas, más disimuladas en sí mismas. Con sarampión multicolor y escoradas, a prueba del Abby FineReader y los que vengan. Por ejemplo:
¿Hay o no hay poderío y derroche de ingenio? ¿En qué poquísimo tiempo estará superado, por los espameros y sus contrapartes filtradoras?
Es muy contrastable, además, este chorreo de imaginación en constante desarrollo, con la aburridísima publicidad directa teléfonica que sufrimos los que tenemos consignado en algún sitio nuestro número de línea (o sea, todo el mundo). Voces cansadas y acomodadas que no se salen de un guión hace medio siglo y que aún pretenden vendernos cualquier tipo de seguro, tarjeta o vacaciones en La Manga sin la más mínima convicción. Que insisten en pedirnos permiso para hacernos unas preguntas, cuando nadie tiene jamás, por definición, tiempo para contestar ninguna encuesta telefónica. Que no se merecen una mala respuesta, pues nadie ignora sus condiciones de trabajo, pero que indignan llamando a las diez de la noche a los hogares donde ya suficientemente está fastidiando el telediario. A los que solo sirve dar respuestas justamente eso, creativas, para que al menos los vendedores salgan del muermo y de la desidia de quien vende un producto que jamás se podría ni permitir. Por ejemplo:
- Buenas noches. ¿Se encuentra X López de Y?
- Se encuentra.
- Ah... ¿y podría hablar con él?
- Quizás.
- Ehh... perdone, ¿está en casa don X López?
- No, en este momento no.
- ¿Y cuándo podría localizarle?
- Hummm... teniendo en cuenta que trabaja de 10 a 4 de la mañana, hmmm... pruebe usted como a las 5 que se estará duchando.
- ¿A... las... 5... de la tarde?
- No, de la mañana. (...) Pero mire, si quiere puede hablar conmigo, yo también soy titular.
- Ah... espere que lo consulto...
- Consulte usted.
- (...)
- (...)
- ¿Usted puede contestarme a unas preguntas?
- Sí, lo haré encantada.
- De acuerdo, entonces... ¿hay alguna persona mayor de treinta años en la casa?
- Varias.
- Ah... ¿De qué edad, por favor?
- ¿Cuál de las doce?
- No... bueno, usted, su marido...
- No es mi marido.
- ¿Don X López de Y no es su marido?
- Jejeje, que sí, que sí es mi marido. Venga, que se lo digo.
- Ah... ¿Qué edad tiene su marido?
- 83 cumplidos.
- (...) ¿Y cuál es su edad?
- Yo tengo más o menos 38. (ahí está el secreto, ir alternando)
- (...) Eh...
- (...) Dígame, dígame.
- ¿Tiene usted hijos?
- Sí.
- ¿Cuántos?
- Diecisiete.
- (...)
- (...)
- Ehhh... ¿Qué profesión tiene su marido?
- Es lucernador.
- ¿Lucernador?
- Sí, lucernador.
- (...)
- (...)
- ¿Usted trabaja?
- Infinidad.
- ¿Me podría decir cuál es su profesión?
- Sí, yo soy diputada.
- ¿Diputada?
- Talmente.
- (...) (...) (...)
- Dígame, dígame.
- Ehhh... perdone, no necesitamos más datos.
- Ah, encantada. Buenas noches. Salude a sus superiores de mi parte.
Un márketing menos que llama.
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