25 de septiembre de 2007
Tres sospechas
Ella sospechaba, no me quiere. La sospecha era tierna, recién horneada, apenas una masa que empezaba a subir, aún sin olor de convicción. Sospechas así se vendían todos los días en diversas panaderías de la ciudad, al mismo precio que las recocidas y quemadas, y a nadie le importaba. Todas se comían y alimentaban lo mismo, como todas las sospechas alimentaban rabia. Ella alimentó además alguna esperanza. Las esperanzas son aquellas cosas que se alimentan como a niños enfermos. Como cuando uno pone un garbanzo entre un algodón mojado y espera ver salir las raíces. Puedes mojar mucho el algodón y el garbanzo va y se pudre.

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Sospecho que tienes razón y me estoy volviendo un viejo hipócrita. Pero, déjame decirte, no lo hago aposta. Supongo que si es la edad, me hace feliz empezar a ser prescindible y que mi opinión ya sea solo mía.

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Cuando me cuentas anécdotas de tu trabajo, siempre sospecho que en realidad te gustaría hablar de ti y de tu problema con David. Lo malo es que David, cuando me habla de ti, en realidad querría hablarme de él y de su problema con Jorge. Yo solo soy la que os pone los cafés y lo que quiero es que tú algún día me hables de nosotras.

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Lo pensó A. a las 20:18 | Enlace a la entrada |


2 Comentarios:


  • At 10:35 a. m., Anonymous Anónimo

    Menudos nombrecitos has elegido para la historia Almu....

     
  • At 11:44 a. m., Blogger A.

    ¡¡Dios mío!! Jajaja, ni cuenta me había dado... :-)

    Besos y dedícame un dibujo, ¿vale?