Ella sospechaba, no me quiere. La sospecha era tierna, recién horneada, apenas una masa que empezaba a subir, aún sin olor de convicción. Sospechas así se vendían todos los días en diversas panaderías de la ciudad, al mismo precio que las recocidas y quemadas, y a nadie le importaba. Todas se comían y alimentaban lo mismo, como todas las sospechas alimentaban rabia. Ella alimentó además alguna esperanza. Las esperanzas son aquellas cosas que se alimentan como a niños enfermos. Como cuando uno pone un garbanzo entre un algodón mojado y espera ver salir las raíces. Puedes mojar mucho el algodón y el garbanzo va y se pudre.
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Menudos nombrecitos has elegido para la historia Almu....