23 de junio de 2008
Párate, mundo
El mundo es bonito cuando me pongo la música que me gusta. El mundo se convierte solo en mi mundo, en mis sensaciones, mis recuerdos y mis placeres. Apenas necesito un teclado en el que trabajar o un coche que conducir junto a mi música. Las agonías quedan fuera y las decisiones a tomar, pospuestas.
Aprecio con emoción las notas del piano de Keith Jarret tanto como la voz de Alejandro Fernández o el ritmo de Zac Efron o la sensualidad de las letras de James Blunt. Necesito escuchar You know I'm no good de Amy Winehouse cuando tengo problemas sentimentales y Amor Gitano de Beyoncé cuando estoy muy intensa. Me sigue relajando y armonizando As con George Michael igual que me revitaliza Beat it de Michael Jackson. Si escucho a Jack Johnson acabo sonriendo. Y si me pongo un rato ritmos latinos también.
Para los momentos de reflexión y calma absoluta necesito las suites para chelo de Bach por Casals y cuando quiero estremecerme me atrevo con Una furtiva lagrima.
Todo esto por ejemplo.

No sé vivir sin banda sonora.
Y menos en épocas en las que me dedico solo a vivirme.
 
Lo pensó A. a las 14:30 | Enlace a la entrada | 2 Comentarios