La rabia es un impulso poderoso. La rabia genera una energía que no vale la pena descartar. Canalizar esa energía de manera adecuada es lo más práctico, porque esa energía, que como bien se sabe no se destruye, puede explotar de otra manera y en el peor momento. Así que lo mejor que se puede hacer con la rabia es sacarla fuera.
Cuando uno decide sacar su rabia de las mismísimas entrañas donde la tiene bien pertrechada, de donde nunca se ha atrevido a dejarla salir, lo ha de hacer con todas sus consecuencias, sin calibrar. A ser posible sin dejar notar que queda un resquicio de debilidad o vacilación.
La rabia contenida es cancerígena. La rabia contenida anula. Nos impide pensar con claridad. La rabia que se canaliza en forma de acción como mínimo nos puede hacer reflexionar. Aunque sea a posteriori. Al menos, no habremos caido en el tremendo error de contenerla, comprimirla e ignorarla.
Cuando uno decide sacar su rabia de las mismísimas entrañas donde la tiene bien pertrechada, de donde nunca se ha atrevido a dejarla salir, lo ha de hacer con todas sus consecuencias, sin calibrar. A ser posible sin dejar notar que queda un resquicio de debilidad o vacilación.
La rabia contenida es cancerígena. La rabia contenida anula. Nos impide pensar con claridad. La rabia que se canaliza en forma de acción como mínimo nos puede hacer reflexionar. Aunque sea a posteriori. Al menos, no habremos caido en el tremendo error de contenerla, comprimirla e ignorarla.
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