Voy a dedicar esta receta a mis potenciales lectores insomnes y quejumbrosos, me lo agradecerán. La escribí hace mucho tiempo, tal vez más de cuatro años, irónicamente, en la fase de mi vida en la que de menos insomnio he disfrutado. Aplíquese sin abusar, produce adicción.
Ingredientes:
- Individuos que hace tiempo no oyen referirse a ellos como “este chico” o “un joven”; una unidad, resignada,
- Coches con tufillo a ITV por caducar, una unidad, recién lavado,
- Atascos automovilísticos, 15
- Lluvia imprevista, a granel,
- Hijos de edades comprendidas entre los 0 y los 5 años, o, de no haberlos, sobrinos, en cantidad variada. En casos extremos, usar vecinitos,
- Amor paterno-filial o paterno-sobrinal, cinco kilos, calidad extra,
- Teléfonos móviles, cientos, con su sonoro machacante a elegir,
- Tareas remuneradas, las habituales,
- Tareas sin remunerar, las habituales,
- Domicilio, el de siempre, si bien bastante sucio,
- Mando a distancia para la tele, una unidad, con pocas pilas,
- Paciencia, autocontrol, y serenidad, varios litros; embotellados o en tetrabrik, a ser posible, evítense los “de abertura fácil”, es una trola.
Modo de empleo:
Antes de empezar, se ha de procurar que el individuo haya estado macerado no menos de ocho horas en un escabeche de tareas, atascos, lluvia y llamadas de teléfono.
Ligeramente escurrido, se le deposita en el domicilio elegido. Se deja reposar breves instantes, evitando que el preparado se enfríe.
Con un movimiento rápido y decidido, se le insertan hijos, sobrinos o vecinos, según se prefiera, en las costillas, espinillas, dedos de las manos e incluso en los ojos. Ha de hacerse con celeridad y precisión, de modo que al individuo no le dé tiempo a reaccionar ni deshacerse de ellos.
A continuación, se aplica con generosidad un salseado de amor paterno (filial, sobrinal o vecinal) al individuo que, probablemente, yace en el suelo. Valiéndonos de una o dos cucharadas de paciencia, vamos despojando al individuo de las adherencias sobrevenidas, reservando éstas en plato aparte, pero que quede a mano.
Lentamente, se ponen a cocer las reservas de amor, autocontrol y serenidad junto con el caldo que han rezumado las adherencias infantiles en el plato aparte. Se liga el conjunto y se reboza al individuo completamente, en semitemplado –no subir en exceso la temperatura en esta fase, pues el resultado podría cortarse-
Nuevamente se deja en reposo. Por último, se le adjunta el mando del televisor y se le sintoniza una teleserie, a discreción. (opcional; el resultado suele ser el mismo con o sin teleserie, con o sin peliculón)
Se comprueba que el individuo se precipita al estado de coma profundo.
Es entonces el momento de la consumición (que no de la degustación) de esta receta.
Etiquetas: Relatos
Demasiadas pistas, lo has puesto demasiado fácil. Por cierto, te escribo esto desde mi puesto de trabajo pero a la hora de la comida, aceptable éticamente ¿no?
Ahora que te he pillado te leeré más, si el sueño no me vence.